más de alguno se sorprendió alguna vez viendo la cantidad de llaves que tenía en mi llavero; el número nunca bajaba de nueve o diez llaves, más la chapa de bronce que apenas le queda pintura.
en los últimos dos meses, era una marca más en la cuenta regresiva. el llavero enflaquecía a medida que se acercaba el 3 de octubre. primero fueron las llaves del trabajo, un mes después la de la facultad, y el último día, las llaves de mi casa.
ayer alguien me preguntó por qué tenía en mi llavero dos llaves que no servían para nada. la respuesta es fácil: es mi último lugar seguro, ese lugar en el que, pase lo que pase, siempre voy a encontrar oscuridad, los dos mismos discos para dormir la siesta y el acolchado con ese olor que no me gusta.
y aunque sepa que hasta el último lugar seguro siempre termina incendiado, apreto mis llaves hasta que la mano duela, y vuelvo a casa silbando bajito.
en los últimos dos meses, era una marca más en la cuenta regresiva. el llavero enflaquecía a medida que se acercaba el 3 de octubre. primero fueron las llaves del trabajo, un mes después la de la facultad, y el último día, las llaves de mi casa.
ayer alguien me preguntó por qué tenía en mi llavero dos llaves que no servían para nada. la respuesta es fácil: es mi último lugar seguro, ese lugar en el que, pase lo que pase, siempre voy a encontrar oscuridad, los dos mismos discos para dormir la siesta y el acolchado con ese olor que no me gusta.
y aunque sepa que hasta el último lugar seguro siempre termina incendiado, apreto mis llaves hasta que la mano duela, y vuelvo a casa silbando bajito.