Sunday, January 6, 2008

robando palabras

no hay remedio para las palabras, tarde o temprano nos traicionan. y de la peor forma. hasta pueden llegar a dejarnos completamente desnudos ante el oído atento. pero eso debería ser tema de un post que jamás publicaré. mientras, robemos palabras de personas que envidiablemente saben jugar con ellas.


---

Don Fabrizio conocía desde siempre esta sensación. Hacía decenios que sentía cómo el fluido vital, la facultad de existir, la vida en suma, y acaso también la voluntad de continuar viviendo, iban saliendo de él lenta pero continuamente, como los granitos se amontonaban y desfilan uno tras otro, sin prisa pero sin detenerse, ante el estrecho orificio de un reloj de arena. En algunos momentos de intensa actividad, de gran atención, este sentimiento de continuo abandono desaparecía para volver a presentarse impasible en la más breve ocasión de silencio o de introspección: como un zumbido continuo en el oído, como en tictac de un reloj se imponen cuando todo calla, y entonces nos dan la seguridad de que siempre han estado allí, vigilantes, hasta cuando no se oían.


En todos los demás momentos le había bastado siempre un mínimo de atención para advertir el rumor de los granitos de arena que se deslizaban leves, de los instantes de tiempo que se evadían de su mente y le abandonaban para siempre. Por lo demás, la sensación no estuvo antes ligada a ningún malestar. Mejor dicho, esta imperceptible pérdida de vitalidad era la prueba, la condición, por así decirlo, de la sensación de la vida, y para él, acostumbrado a escrutar los espacios interiores ilimitados, a indagar los vastísimos abismos internos, no tenía nada de desagradable: era la de un continuo y minucioso desmonoramiento de la personalidad junto con el vago presagio de reedificarse en otro lugar una personalidad ---a Dios gracias--- menos consciente pero más grande.